“El orgullo no viene a través de nuestra naturaleza animal en absoluto. Este viene directamente del infierno. Es puramente espiritual, y en consecuencia, es mucho más mortífero y sutil. Por la misma razón, el orgullo puede ser a menudo utilizado para combatir los vicios menores. Los maestros, de hecho, a menudo acuden al orgullo de los alumnos, o, como ellos lo llaman, a la estimación que sienten por sí mismos, para impulsarles a comportarse correctamente: más de un hombre ha superado la cobardía, la lujuria o el mal carácter aprendiendo a pensar que estas cosas no son dignas de él… es decir, por orgullo. El demonio se ríe. Le importa muy poco ver cómo os hacéis castos y valientes y dueños de vuestros impulsos siempre que, en todo momento, él esté infligiendo en vosotros la dictadura del orgullo… del mismo modo que no le importaría que se os curasen los sabañones si se le permitiera a cambio infligiros un cáncer. Porque el orgullo es un cáncer espiritual, devora la posibilidad misma del amor, de la satisfacción, o incluso del sentido común.”