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Soren Kierkegaard
Una muchacha, en ciertos aspectos, no se desarrolla igual que un muchacho: no crece, sino que nace ya hecha. El muchacho inicia en seguida su desarrollo y necesita largo tiempo para cumplirlo; la muchacha tiene un nacimiento largo, pero nace ya hecha. En esto reside su infinita riqueza; en el momento en que nace, ya ha crecido pero ese instante de nacer tan sólo llega tarde. Por ese motivo nace dos veces; la segunda, cuando se casa o, mejor dicho, en ese momento acaba de nacer y tan sólo en ese instante ha nacido por completo. Así, no sólo a Minerva le fue concedido salir perfecta de la frente de Júpiter, no sólo a Venus se le permitió alzarse del mar en plenitud de sus gracias, sino que del mismo modo lo mismo le ocurre a toda muchacha cuya femineidad no haya echado a perder eso que se da en llamar educación. Se despiertan de una sola vez, no por grados; y, en cambio, sueña mucho más tiempo, si es que los hombres no se muestran irrazonables y no la despiertan demasiado pronto. Tal estado de ensueño, para una muchacha, es una riqueza infinita.
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